UN CAFÉ CON BJÖRK

Como introducción os diremos que descubrimos que vive entre NY e Islandia, que le encanta ir en bici y que es fácil encontrarla en clubes de Brooklyn en la búsqueda de bits o en un Airbnb de Costa Rica perdida de la mano de dios y comprando teclados en sintetizadores de segunda mano en Ebay para probar y encontrar nuevos sonidos. Sí, Björk a sus 52 años parece tener la energía y curiosidad de un adolescente.

Durante una hora y media, habló de como este disco es el menos feminista o su parte más frágil como mujer. Contó que es uno de los trabajos más positivos donde los tonos y los colores son más ligeros e interesantes pero más allá de todo eso nosotros entendemos que habló de actitud. Sí, esa que tanto echamos en falta hoy. Esa que convierte una persona “normal” en un referente.

En los tiempos que corren donde lo global, industrial e individual es lo que manda y en donde queremos todo aquí y ahora, fácil, sin coste y sin complicaciones, la fórmula de esta artista para hacer algo significativo y que trascienda tiene una camino pausado, con mucho trabajo y profundo pensamiento. Björk recurre a la naturaleza, a su cultura islandesa, a las relaciones y respeto entre las personas y no sólo lo pone en valor, sino que lo transforma en arte.

La cantante puede pasarse dos años investigando sobre el sonido de los pájaros o tener a una persona dedicada durante meses a la investigación y documentación que luego servirá para crear los elementos que van a formar parte de su puesta en escena. Cada elemento de su obra está pensado, cargado de significado y tiene un gran valor.

Como muestra de lo anterior, os diremos que para este disco Björk entendía que el sonido de las flautas era algo importante así que aprendió a hacer arreglos para este instrumento. Y en vez de buscar unos libros de teoría y aplicarla cómo cualquier persona haría, decidió ir más allá. Seleccionó a un grupo de flautistas mujeres y las invitó todos los viernes durante varias semanas a una casa que tiene en el campo. Allí, entre vinos y en un espacio de colaboración, además de entender el instrumento y sus sonidos, compartieron vidas. Un proceso así sería impensable para la mayoría pero ella es consciente de que este tipo de decisiones son las que luego marcan la diferencia pues la hacen crecer a ella como persona y por extensión a su expresión artística.

Escucharla hablar de las flautistas y de otras personas que trabajaron con ella, sean más experimentadas o menos, es un placer. Tiene gran admiración y devoción por las personas, y un respeto máximo por todo y todos. A pesar de ser una artista mundialmente conocida y consolidada hace ya mucho tiempo, mantiene una consciencia y empatía a la que no estamos acostumbrados. Nos llamó mucho la atención la visión y percepción que tiene sobre el trabajo y la vida. Desde hace unos años no hace intensos tours de meses, si no que va haciendo conciertos más espaciados para que tanto ella como la gente que la acompaña pueda ir a casa y tener un ritmo de vida más “normal” y sostenible, lo que seguro algún medio o personaje marketiniano podría acuñar como slow music o giras sostenibles.

En un de nuestros cafés más interesantes de los últimos tiempos, descubrimos que debajo de los extravagantes looks y puestas en escena de Björk, se esconde una persona muy cabal, próxima y única. Se tenéis oportunidad os recomendamos que asistáis a alguno de sus eventos.