DOS FOTÓGRAFOS POR DESCUBRIR ESTE OTOÑO EN COMPOSTELA
Para algunos es material de los recuerdos, para otros es algo que solo pueden ver gracias a un ejercicio de imaginación, pero existir existía un Santiago en el que había salchicherías que colgaban sus embutidos para que pudiesen ser vistos y tocados por cualquiera, en el que las lecheras llegaban de las aldeas cercanas cargando sobre su cabeza con grandes latas llenas de leche fresca y en los que las lampreas llegaban en cestas que eran vendidas en medio de la calle. También existía una Coruña en la que uno se podía encontrar con unas cuantas ovejas y su pastos al pie de la Torre de Hércules. Son las imágenes de una Galicia olvidada y que ahora pueden ser vistas y recuperadas por cualquiera con interés en adentrarse en estas imágenes del pasado.
Todas estas fotos que capturan para siempre una Compostela perdida son obra de Ramón Sánchez Estalote, un fotógrafo ambulante que fotografió para el futuro el Santiago de los años 40 y 50 y que dejó tras de sí una obra fascinante y desconocida que ahora está siendo recuperada por los expertos. Estalote es el protagonista de una exposición en la Casa do Cabido, que estará abierta hasta el próximo mes de noviembre y que es una parada que se debe incluir en algún paseo por la ciudad. La historia de este fotógrafo es fascinante, no solo porque consiguió crear una memoria fotográfica de un pasado que ya no existe sino también porque su carrera no es la habitual en aquellos fotógrafos que acaban en las salas de exposición.
Estalote era uno de esos retratistas que iban por las calles, fotografiando a quien fuese necesario fotografiar y obligando a huir de los clichés. Al fotógrafo no le gustaban ni las poses de siempre ni los fondos para imágenes habituales, lo que le llevó a crear imágenes diferentes. Sus fotos de rincones y lugares de Compostela fueron también de esas fotos que se acaban convirtiendo en postales y que circulan de buzón en buzón sin que nadie sepa nada realmente sobre su autoría. Aunque Estalote trabajo durante muchos años y siguió haciendo fotos hasta bien cumplidos los 90, sus imágenes no fueron recuperadas hasta después de su muerte.
Este fotógrafo no es el único que cuenta con una historia sorprendente de entre las que este otoño se pueden ver y descubrir en los museos de Compostela. Un paseo por la ciudad y por sus salas de exposición en busca de los tesoros fotográficos del pasado tiene que pasar también por el CGAC, donde otra exposición está recuperando la obra de otro fotógrafo olvidado.
En esta ocasión, el artista es Arissa, un no menos fascinante autor, en este caso barcelonés, de principios del siglo XX. Arissa era un tipógrafo, que heredó a los 20 años el negocio familiar. Sus intereses estaban más relacionados con el arte y así fue como empezó a hacer fotografías. Primero siguió la moda imperante de crear fotos que recordasen a cuadros y después se lanzó a experimentar con las vanguardias. En lugar de captar instantáneas de los momentos con los que se cruzaba, como hacía Estalote, él creaba imágenes que sugerían e invitaban a imaginar.
Arissa no trabajó hasta los 90 años como Estalote y dejó de hacer fotos cuando aún era joven. La Guerra Civil acabó con las vanguardias en España y, de paso, con su carrera. Sus fotos fueron guardadas y olvidadas y no fueron redescubiertas hasta su muerte.